Retrospectiva de los libros de viajes
El libro de viaje es una constante humana ya que a fin de cuentas la aventura de viajar es un fenómeno existencial. Hay dos modelos, el literario como puede ser La Ilíada, La Odisea o la picaresca entera en donde el modelo de viaje ha sido asumido por la literatura, y un segundo modelo el de los libros de viajes como género específico, próximos a la paraliteratura.
En estos libros, el viajero es el narrador aunque hay veces que se puede desdoblar como personaje. Hasta llegar al Romanticismo, el viajero reproducía un tipo de verdad -Su verdad-, lo que veía y su visión de los otros.
Los libros de viajes nacen como algo funcional. Los griegos tenían unos textos llamados Itinera, la finalidad era marcar la distancia de los trayectos y dar información a los viajeros. Era una gran guía práctica de viaje con pocas referencias a lo que no fuesen las millas, los kilómetros, los lugares de repostar, o cinco o seis datos más con referencias. Un ejemplo de estos libros es La hora marítima de Avieno.
Más tarde surge una etapa más sofisticada. El paradigma clásico da paso al viaje de peregrinación. En éste se añade un itinerario hacia el interior del ser y su purificación. El más importante es el de la Monja Egeria hacia Jerusalén.
En el siglo XVIII surge el viaje pedagógico como consecuencia del interés ilustrado inglés en el que era casi obligatorio para los estudiantes completar su educación con un viaje fijo, generalmente a Italia.
Estos jóvenes estudiantes crearon una serie de libros de viajes que potenciaron la transformación del género ya que el escritor ya no habla de contenidos específicos sino que se convierte en un mirón que siente placer con la aventura de viajar y por ese motivo sólo escribe sobre las cosas que le gustan de la ciudad o país visitado.
Todos estos antecedentes, sumados a que en el siglo XIX nace la Revolución Industrial y la máquina de vapor representan el eje de lo que hoy se conoce como libros de viajes.
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