domingo, 5 de abril de 2009

El principio de la imagen

La emblemática nació por casualidad y es el germen de la unión entre texto e imagen. El primero en utilizar este género fue Andrea Alciato quien recogió una selección de textos de Plinio y Tácito y los publicó junto a imágenes acordes a la idea del texto. El propósito de Alciato era crear un tratado para la educación de las clases dirigentes, un compendio de educación.

El libro llamado Emblemata se publicó en 1551 y se convirtió en un éxito; en poco más de un siglo se tradujo a más de cien lenguas. Ya se habían hecho algunos libros con imágenes, por ejemplo el libro de las horas que utilizaban los príncipes y los reyes europeos pero Alciato aportó algo diferente. El italiano era consciente del poder de la imprenta ya que ésta podía grabar imágenes, así se abaratarían los costes y la gente accedería a ellos fácilmente.

El emblema es el referente de un mensaje didáctico y moral, por lo que hay que inscribirlo en el contexto de su tiempo. La aportación de Alciato fue la tripartición del esquema clásico: una frase simple y concisa -un lema o motto- seguida de una imagen -grabado- y por último una explicación que supone un dístico elegíaco donde hay una pareja de versos formados por un hexámetro y un pentámetro -epigrama-. El grabado fue especialmente importante por su carga simbólica que junto al resto de los elementos textuales conferían auténticas alegorías.

La irrupción en el campo literario del siglo XVI de este nuevo género donde se hermanaban texto escrito y literario da lugar a otros libros ilustrados que guardan relación con él: aparecen subgéneros ligados a la emblemática y además despierta el interés en los artistas plásticos que crean poemas sobre pintura y arquitectura efímeras para celebraciones y festividades públicas.

A finales del siglo XVI, con el manierismo, surge la eclosión de los emblemas ya que concebían sus cuadros como lecciones morales que sacaban de algún emblema que les hubiera llamado la atención. Por su parte la literatura bebe de la emblemática y se desarrolla en grandes hitos españoles como Góngora, Quevedo, Gracián o Sor Juana Inés de la Cruz.

En el siglo XX Panofsky fue quien redescubre todo este género tan importante para entender la iconografía y el simbolismo en muchos cuadros. Además parte de estos grabados son adaptados y renovados en logotipos de marcas de fábricas textiles.

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